Vampire Kaos: Red Crystal Dragon


Portada del origen del Dragon de Cristal Rojo, antagonista en la Novela Ligera Vampire Kaos

Desde su niñez, Livad, un niño enfermizo con el cabello totalmente blanco y de aspecto enfermizo, fue apartado en el colegio por sus compañeros y en casa era tratado como si no existiera, ya que sus padres eran los líderes de un grupo de sacerdotes que se dedicaban a sellar demonios y utilizar sus poderes para su propio provecho.

Como el no poseía la suficiente fuerza de voluntad para conseguir doblegar a los demonios, lo apartaron de la secta y por eso tardaron mucho en darse cuenta de que Livad había establecido contacto con una pequeña demonio que había sido atraída por los señuelos de la secta, hablaban y jugaban durante horas. 

Cuando intentaron capturarla Livad se puso en medio para protegerla, los sacerdotes lo golpearon para que se apartara, pero por más que lo hicieran Livad no retrocedió ni un solo paso, por lo que uno de los mar radicales le golpeó la cabeza con su bastón, los otros iban a reprocharle que no hacía falta llegar tan lejos para apartarlo, pero no lo hicieron al ver que Livad aun estaba de pie, la herida le sangró unos segundos, pero luego la sangre se cristalizó. 

Los sacerdotes retrocedieron al ver eso, primero pensaron que la demonio lo había ayudado, pero al ver lo confusa y asustada que estaba ella, descartaron esa opción, dejando solo la opción de que algo había despertado en el marginado Livad. Uno de ellos sin pensárselo mucho se lanzo encima del pequeño con un cuchillo y lo apuñaló en el estomago, suspiro de alivio al ver que Livad se comenzaba a tambalear, pero se quedo paralizado al ver que el cuchillo no salía y que Livad no llego a caer al suelo, cuando este levanto la cabeza el sacerdote sintió el miedo mas puro al ver esos ojos azules inyectados en sangre, que sin ningún tipo de esfuerzo consiguieron grabar en su espíritu la impresión de la muerte. 

Por primera vez en su vida Livad se opuso con palabras a los sacerdotes y demás miembros de la secta que siempre lo habian marginado, diciéndoles: 

-No me importa lo que hagáis a otros demonios, pero dejadla a ella en paz, porque mi sangre esta rogando travesar vuestros pechos y no quiero tener que llegar a eso… 

Al oír a Livad pronunciar esas palabras y sacarse el cuchillo que tenía en el pecho los sacerdotes se apartaron y le dejaron paso, el por su parte ofreció su mano a la pequeña demonio que aun estaba asustada y la llevó a su habitación para continuar jugando. 

Durante los días siguientes los miembros de la secta intentaron matar a Livad de diversas formas, envenenando su comida y su agua, haciendo caer vigas 

encima de él, pero nada funcionaba, ni se inmutaba. Ademas de esto su aspecto cambió ya que poco a poco su blanquecino pelo se fue tiñendo de un rojo intenso. 

La amistad de Livad con la pequeña demonio se fue haciendo fuerte y nadie había vuelto a intentar hacerle daño, se concentraron en intentar eliminarlo a él. 

Pasaron unos meses y los sacerdotes dejaron de intentar asesinar a Livad y tampoco les molestaba tanto que tuviera a una demonio junto a él, además en algunas ocasiones donde los rituales salian mal y los demonios escapaban, estos se sentían atraídos por la pequeña demonio, y Livad los pulverizaba antes de que llegaran a tocarla, por lo que no era tan malo tenerlos debajo de su mismo techo, como garantía de que ninguna bestia se escapara y arrasara la ciudad. 

Los meses continuaron pasando y se volvieron años, y pasó lo inevitable, Livad y la pequeña demonio, ya no tan pequeña, llamada Kara empezaron a salir. La secta de Livad que ya lo había aceptado como siguiente líder, aprobaba la relación, aunque se sentían un poco incómodos con ella cerca ya que ellos se dedicaban a encerrar a sus congéneres, a lo que ella respondía con una sonrisa que esos demonios tenían tanto que ver con ella como un humano y un cerdo, así que no tenían que preocuparse. 

El problema principal estaba en que Kara quería presentar Livad a sus padres, pero él tenía miedo a que no aprobaran su relación. Ellos eran miembros de una tribu nómada extremadamente longeva incluso para los demonios, la causa principal de fallecimiento en esta tribu era la muerte en combate. Livad no estaba seguro de que ellos aprobaran a un futuro sacerdote como pareja de su hija, cuando le contó sus preocupaciones a Kara, esta le respondió: 

-Tranquilo, no creo que les importé mucho eso, además, ya lo saben. 

-¿Cómo? 

-Cuando les conté como nos conocimos, les conté aquella vez que me protegiste de los miembros de tu secta… 

-Aun te acuerdas, ¿eh? 

-¿Cómo iba a olvidar el dia en el que arriesgaste tu vida sin saber que eras inmortal? Tontín...-Kara sonrió con ternura mirando a Livad. 

-Bueno eras la única que no me había mirado con desprecio o indiferencia, no podía dejar que te pasara nada.

Cuando dijo eso Livad posó su brazo encima del hombro de Kara. 

-Sabes me encanta ese pelo rojo que tienes. 

-Se supone que representa la voluntad de permanecer vivo, derramando la sangre que sea necesaria para ello. Así que me parece más un símbolo de mi egoísmo que de otra cosa. 

-No digas eso tontín mio… 

-Bueno volviendo a lo de antes, ¿entonces tus padres saben lo mío y no les importa? 

-Claro que no les importa, y tranquilo aunque no te aprueben, yo te seguiría queriendo y no me importaría alejarme para siempre de todo el mundo demoniaco para estar contigo… 

-Sería injusto que tú hicieras eso por mí y yo no renunciara a nada, por lo que me gustaría proponerte algo, fuguémonos. 

Kara se empezó a reír al oír a Livad, pero él no iba de broma. 

-Tu casa es de los pocos lugares donde puedes hablar con libertad conmigo y no tenemos que ocultarnos para interaccionar, allí todo el mundo me puede ver y oír, en el exterior estaríamos siempre ocultándonos y las citas serian un poco raras… 

-Tienes razón, así que quiero hacerte tres preguntas ahora mismo y tienes que ser totalmente sincera. 

-Vale. 

-¿Te molesta o te molestaría que matáramos a un gran número de infrademonios o a demonios de otras especies y tribus? 

-No, siempre que no sean de mi tribu, no me molestaría ni matarlos yo misma. 

-¿A parte del mío, te molesta ver el sufrimiento de los humanos? 

-No especialmente. 

-¿Me quieres? 

-Con todo mi ser. 

-Y yo a ti, por eso haré lo que voy a hacer. 

-¿Qué vas a hacer? Esas preguntas me han inquietado mucho. 

-Independientemente de la reacción de tus padres al conocerme, voy a unir el plano más infernal como el Ginkai, para que podamos vivir juntos. 

-Pero eso es imposible… 

-No lo es, solo necesito contaminar lo suficiente el Ginkai con energía demoníaca para que los demonios podáis manifestaros con todo vuestro esplendor, y pero tardaré en hacerlo, solo te pido que esperes un poco.

-Te prometo que esperaré a que cumplas lo que has dicho aunque tenga que esperar toda mi vida. 

-Eso viniendo de un ser inmortal, es mucha confianza… 

-Es que si me lo pidieras, te daría mi vida, en este mismo momento.-Lo abrazó y miro a los ojos de su amado.

-En este momento me conformo solo con un beso… 


* * * * * * * * 

Una criatura solitaria asaltó el palacio del inframundo, llevaba una armadura que parecía de cristal rojo, los disparos no parecían surtir ningún efecto sobre él y cuando lo atacaban con armas de corto alcance, los empalaba con un cristal que sobresalía de su brazo derecho, lentamente avanzó hasta la sala del consejo donde se encontraban reunidos, al entrar se presentó como “El Dragón Rojo”, al oír ese nombre todo el consejo se aterrorizó, después de presentarse, se acercó al asiento del presidente del consejo, quien posee de forma inherente al cargo, el titulo de “Rey del Infierno”, y sin decir nada, lo decapito con el cristal de su brazo, miró a los demás miembros del consejo y dijo con una voz ronca que retumbaba desde el interior de su armadura: 

-No tengo intención de mataros, solo tomaré el puesto del difunto “Rey del Infierno”, mataré solo a aquellos que se opongan directamente a mí, por lo que si no decís nada, no os pasará nada y podréis seguir en vuestro cargo en el consejo, ¿alguna objeción? 

La sala permaneció en un silencio sepulcral, por lo que “El Dragón Rojo” interpretó que no había ninguna objeción, tiro el cadáver del anterior presidente del consejo al suelo y ocupó su sitio, iniciando así la era de los grandes señores demonio.

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